El día de iniciación

[Libre]

Ese día tenía un cielo precioso. Hogwarts estaba iluminado y los pasillos se decoraban con los colores de los ventanales. Jess rebosaba felicidad. Había cogido su bolso de tela, un par de pergaminos, su pluma nueva y su tinta preferida. Sin avisar a nadie, salió de su Sala Común y bajó por las escaleras movedizas hasta el cuarto piso, donde se situaba la gran Biblioteca.

Saludó a la bibliotecaria y sonrió al ver todas las mesas vacías. Era la tarde anterior al inicio de las clases y le apetecía pasarla leyendo algún buen libro de Encantamientos, pero después de empezar algo que sería su "Diario de Aprendizaje".

Se sentó en una de las redondas mesas del final, bien iluminada por una de las ventanas del sector. Sacó un pergamino, su pluma y el tarro de tinta. Sostuvo la pluma en su dedo índice y observó el detalle que tanto le había gustado. Su base era cobriza, y una espiral partía desde la punta hasta perderse en la raíz de la pluma blanca y alargada.

Le gustaba hacer colecciones y usar diferentes para cada una de las materias. Abrió el tarro de tinta negra y mojó el extremo del cálamo. A simple vista no tenía nada de especial, solamente tinta de un color muy negro.

Posó la pluma sobre el pergamino y lo rasgó suavemente mientras escribía su nombre en un margen arriba a la izquierda. Jessica Zaunn Jonia. La tinta se secó con rapidez, hinchándose y dejando un leve relieve brillante; de color negro, por supuesto. Sonrió para sí misma, el conjunto de ambas era perfecto para comenzar sus apuntes al día siguiente.

La primera tarde en Hogwarts daba comienzo justo después de comer. No había mucho que hacer, ya que aún estaban por llegar muchos de los compañeros y estudiantes en general. Sus cosas ya estaban desempaquetadas y ya había saludado a aquellos que conocía. La impaciencia le estaba matando.
Ese año quería presentarse a las pruebas de Quidditch, tenía que ser el año de Ravenclaw. Le apetecía involucrarse más con su Casa y responsabilizarse en algo que realmente fuera a apasionarlo. Ese año era el último y tenía que irse a lo grande, siendo recordado como el mejor en algo.

Se irguió en el sofá de su Sala Común y se dispuso a encaminarse hacia el único sitio en el que sabía que habría cientos de libros sobre tácticas de Quidditch: la Biblioteca. Se despidió de Venus, su gata, la cual le esperaba ronroneante al final de la Sala y abandonó ésta tras su retrato.
En su trayecto, Nathaniel pensaba divertido en qué tipos de personas iba a encontrarse aquel año. Estaría el típico gallito de corral de Slytherin pavoneándose y pidiendo a cacareos que le diera su merecido, estaba claro; pero más bien esperaba encontrar a personas que merecieran la pena, con una mente brillante o un corazón puro. Esperaba aprender muchísimo y disfrutar cada segundo de sus experiencias.
Una vez accedió al interior de la Biblioteca, sin fijarse en la sala, caminó directamente a la sección de Vuelo y Deportes. Leyó el dorso de un par de tomos buscando algo que se asemejara a lo que él necesitaba. La escoba y sus marchas, Contrariando a la gravedad, Lugares a donde volar, Animales que puedes encontrarte en un paseo en escoba... Nada.

Un agradable olor a frutas lo distrajo de su búsqueda. Le recordaba a la tarta de arándanos que había comido hacía un rato en el Gran Comedor, estaba muy buena. Ladeó el rostro en dirección a las mesas, que era lo más próximo a su ubicación. Una chica se situaba en una de esas mesas y parecía estar escribiendo algo.
Oconnor se extrañó, aún no había apuntes que pasar a limpio ni trabajos que hacer. ¿Qué estaría haciendo? No dudó en absoluto cuando sus pies se dirigieron hacia ella. ¡Era hora de empezar el año! Cuanto más se acercaba a la muchacha más intenso se hacía su olor. "Mmm... Qué bien hueles, ¿qué champú utilizas?" Rompió el silencio con una voz y sonrisa encantadora.
Caminó hacia la silla desocupada. "¿Puedo sentarme?..." Preguntó mientras la separaba de la mesa y se sentaba en ella "...supongo que sí".
Sabía que estaba yendo rápido y sin darle oportunidad a respuestas, pero no quería una negativa. Arqueó su espalda y apoyó sus brazos sobre la mesa, dirigiéndole una mirada fija pero simpática a la joven.